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Marion Davies (1897-1961)

Soy Marion Davies y, aunque fui una estrella del cine estadounidense, hoy se me conoce mejor por haber sido la amante del magnate de la prensa del momento.

Primeros años.

Nací en Brooklyn, el 3 de enero de 1897, en el número 289 de la Calle 59 (hoy número 629). Mi padre era Bernard J. Douras, un abogado que se movía dentro de los círculos políticos de Nueva York. Mi madre, Rose Reilly, oriunda de Nueva Jersey. Y yo era la pequeña de cinco hermanos: Reine (1883-1938), Charles (1888-1900), Rosemary (1895-1963) y Ethel (1896-1940).

Siendo sólo una niña, en 1900, perdí a mi hermano Charles, que falleció engullido por las aguas del lago Saratoga cuando tenía 11 años. Su pérdida me dejó una herida para toda la vida, la cual me impidió afrontar la muerte de mis seres queridos incluso en mi edad adulta. Además, hundió a mi padre en la adicción al alcohol y provocó una crisis en el matrimonio de mis padres de la que jamás se recuperaron, viviendo separados el resto de sus vidas a partir de entonces. 

Carrera como corista.

A los 13 años me mudé con mi familia a Manhattan, en Broadway, y empecé a asistir a clases en la Escuela Convento del Sagrado Corazón, en el lujoso barrio de Upper East Side. Aquel fue otro momento traumático de mi vida, no sólo por la infelicidad que me producía la férrea supervisión de las monjas católicas, sino por mi tartamudez, que en el colegio se convirtió en motivo de burla. Soporté la situación dos años, momento en el que rogué a mi madre que me sacase de aquel infierno y me librase del tormento al que compañeras y profesoras me sometían.

Mamá Rose, que era una mujer dulce y buena, me preguntó alarmada qué quería hacer con mi vida. Y yo, mirándome en el espejo de mis hermanas, que danzaban a la luz de las candilejas de los teatros de Manhattan, no dudé ni un segundo la respuesta: "quiero ser bailarina" le contesté. Mi madre, aun con el corazón lleno de miedos, acabó dándome vía libre a los 16 años para emular a mis hermanas y subirme a los escenarios.

Siguiendo la estela de mi hermana Reine, arranqué mi carrera hacia el estrellato adoptando el nombre artístico de Davies. Con 17 ya estaba yo actuando en Broadway, asumiendo mi primer papel protagonista sobre las tablas del Globe Theatre el 20 de octubre de 1914. Cuando no bailaba, modelaba para los ilustradores del momento. 

Marion Davies en una ilustración de Harrison Harrison

En 1916 conseguí un contrato como una de las intérpretes principales en Ziegfeld Follies, una serie de espectáculos que, sobre lujosas puestas en escena, proponían números de bailes, coreografías sincronizadas y sketches cómicos. 

Mi tartamudez acabó relegándome a las rutinas de baile, lo que no impidió que mis seguidores fuesen numerosos; como en el caso de las demás chicas, muchos de ellos eran simples estudiantes ricachones y maleducados, pero también existían hombres de considerable fortuna. De todos ellos, el que más miedo me daba era William Randolph Hearst, contra el que las compañeras más veteranas me advirtieron: "ten cuidado con él, Marion, es un lobo con piel de cordero". No en vano, Hearst era el propietario de decenas de periódicos, revistas y emisoras de radio de todo el país, con los que podía hundir la carrera de una estrella sin pestañear. 

Cartel del Ziegfeld Follies

Aquel hombre siniestro se hizo con un asiento en primera fila en el Follies y asistió a las actuaciones durante ocho semanas seguidas. Me enviaba flores y regalitos, como cajas de plata, guantes o dulces. No era la única a la que le enviaba regalos, pero todas las chicas pensaban que estaban prestándome especial atención.

Un día, un estudio de Broadway me propuso posar para una sesión de fotos con diferentes caracterizaciones, desde una geisha japonesa hasta una novia virginal. Acepté, pues ya estaba acostumbrada a posar. Estando en el set, en un momento determinado del reportaje, sentí que todos los miedos de mi madre se materializaban ante mí cuando atisbé a William Randolph Hearst observándome, velado por la penumbra que imperaba en el fondo del estudio. Un escalofrío me recorrió la espalda erizándome el vello. Las advertencias de mis compañeras acudieron a mi cabeza en tropel y yo salí corriendo de allí como si hubiese visto al diablo, encerrándome bajo llave en el camerino. Por suerte, el tipo se largó, eso sí, sin tan siquiera justificarse. Y fue así como salió de mi vida... Al menos de momento.

Marion Davies en la década de 1919 @reddit

Carrera cinematográfica.

Seguí con mis actuaciones en Follies durante un tiempo, pero pronto empecé a soñar con convertirme en algo más que una simple "Ziegfeld girl", por lo que puse mis aspiraciones en el cine. Fue así como, con sólo 20 años, escribí el guion para una película, "Runaway, Romany", y fiché a mi cuñado para dirigirla  conmigo en el papel principal. Se estrenó en 1917 y, aunque no fue exactamente un éxito de taquilla, fue un comienzo más que digno a mi propio entender.

Marion Davies en "Runaway, Romany" @Getty

Al año siguiente, en 1918, William Randolph Hearst volvió a cruzarse en mi camino. Acababa de crear Cosmopolitan Pictures pensando en mí y me propuso firmar con el estudio un contrato exclusivo de 500 dólares semanales. Consciente de que un tren así sólo pasa por tu estación una vez en la vida, si es que pasa, acepté la propuesta. 

Al poco de la firma del contrato, empecé una relación con William, a pesar de lo desigual de nuestras situaciones: yo era una muchacha de 21 años y él, un hombre casado de 58 con cinco hijos a su cargo. Nadie habría dado un centavo por nuestra relación, pero ya os avanzo que esta durará toda una vida.

A partir de este momento William asumió la dirección de mi carrera, la cual impulsará hasta límites insospechados en los periódicos y noticieros de su propiedad. Alcancé el estrellato de forma fulgurante cuando mi interpretación en "When Knighthood Was in Flower" y "Little Old New York", dos de los mayores éxitos de taquilla de 1922 y 1923 respectivamente, me convirtió en la estrella femenina más taquillera del Hollywood del momento.

Marion Davies, retratada por Hamilton King en 1920 @Getty


Las extravagantes fiestas que organizábamos en cualquiera de las mansiones de William, a las que invitábamos a lo más granado de Hollywood, se convirtieron en eventos imprescindibles.  Los felices años 20 invitaban al exceso y la permisividad. Quizás por eso William y yo nunca escondimos nuestros afectos, razón por la cual la gente comenzó a calificar a nuestro romance como "el secreto peor guardado de Hollywood".

Al tiempo que mi fama crecía, la rumorología fue envolviendo nuestra relación. Los primeros rumores versaron sobre mi posible maternidad; de hecho, aún perduran aquellos que aseguran que mi sobrina Patricia era en verdad hija mía. La muerte del productor Thomas Harper Ince a bordo del yate de William en noviembre de 1924 generó nuevas habladurías, las cuales me culparon en parte del trágico desenlace al asegurar que Ince había recibido un impacto de bala en la cabeza tras un altercado violento propiciado por mis devaneos con Chaplin

Ajena al morbo de los cuchicheos, yo me entregué a la filantropía, creando para ello una fundación que llevaba mi nombre. Mi primer proyecto fue el de garantizar la atención médica de los niños del deprimido vecindario de Sawtelle en la Clínica Infantil sita en Beloit Avenue. Después de dos años de actividad, la clínica se quedó pequeña, así que 1928 inicié la construcción de una clínica mayor en el 11672 de Mississippi Avenue. Ojalá mamá Rose hubiese estado allí para verlo; pero falleció el 25 de enero de aquel mismo año, víctima de una afección cardiaca. Su pérdida me hizo sentir huérfana a pesar de mis 31 años.

Marion y su padre en 1928 @Getty

Debut sonoro.

Mientras que el crack del 29 mermaba la economía del país, incluyendo la de William, yo hice mi debut en el cine sonoro con "Marianne". Fue así como demostré que, a pesar de los temores de William, mi tartamudez no tenía que ser un impedimento en esta nueva etapa de mi carrera. De hecho, seguí protagonizando e incluso produciendo películas varios años más. 

En realidad, puede que la actitud de William se hubiese convertido en un escollo mayor para mi carrera que mi propia tartamudez. Por un lado, a causa de su desproporcionada promoción, que sin duda llegó a hastiar al público. Por otro, por su insistencia en endosarme papeles dramáticos, cuando mi mayor fuerte era la comedia. Y por último, por sus celos enfermizos, en virtud de los cuales vetó a actores guapos o reescribió escenas para asegurarse que ningún hombre me besara o abrazara en fotograma alguno, crispando con ello a más de dos y a más de tres directores.

Lejos de los focos, las intensas presiones de mi carrera cinematográfica y las de mi relación con William comenzaron a hundirme más y más en el alcohol, convertido ya en una adicción.

El 11 de junio de 1935 tuve que afrontar una nueva pérdida, la de mi querida sobrina Pepi, a la William había hecho ingresar en un hospital psiquiátrico a causa de sus adicciones o más bien de su lesbianismo. Se quitó la vida con sólo 25 años, arrojándose al vacío desde su habitación del sexto piso. Su muerte me dejó devastada, tanto que pasé meses llorando por ella.  

Marion Davies en "Operator 13" (1934) @Getty

Retiro.

A punto de acabar la década de 1930 vendí parte de mis joyas, acciones y bonos por un valor de un millón de dólares para salvar la Hearst Corporation de la bancarrota. 

En 1937 rodé "Ever Since Eve", mi última película. A mis cuarenta años, había dejado de ser válida para encarnar el papel de las jóvenes héroas del pasado, dejando sólo a mi alcance la posibilidad de interpretar personajes secundarios, a mí, que siempre había sido la protagonista... No, gracias.

Me retiré con William a su mansión de San Simeon, donde continuamos con nuestras veladas. Nuestros amigos seguían allí, riendo y conversando, jugando al tenis, paseando a caballo... Era como si las mieles del éxito siguiesen en mi paladar, pero sólo hasta que acababan diluidas en el alcohol, el cual fue poco a poco ganándome la partida. 

Luego llegó Orson Welles y su "Ciudadano Kane", inspirado en los desmanes de William. El público empezó a asociarme con Susan, la joven cantante rubia que lo acompañaba, la cual Kane pretendía convertir en una diva a pesar de no tener voz para ello. La gente empezó a verme como una actriz sin talento, subida a los altares por la fortuna de un ricachón. 

Marion Davies en 1952 @Getty

Después de aquello adquirí una villa en Beverly Drive. Me refugié allí con William, cada vez más enfermo, hasta que la muerte lo separó de mí el 14 de agosto de 1951. Aquella mañana, cuando desperté, descubrí que William había desaparecido junto con todas sus pertenencias. Desorientada lo busqué y lo llamé, hasta que una de mis enfermeras acudió para confirmarme lo sucedido: William había fallecido mientras que yo dormía y sus asociados se habían llevado con ellos su cadáver y sus posiciones. 

No sólo me arrebataron la posibilidad de despedirme de mi compañero de vida, sino que sus herederos vetaron mi presencia en su funeral y en su entierro. Luego, buena parte de los consideré nuestros amigos comenzaron a alejarse de mí. Unas semanas más tarde, el 31 de octubre, contraje matrimonio por primera vez, a la edad de 54, con mi amigo Horace Brown, que tampoco me hizo especialmente feliz. 

Marion Davies y su marido @Alta.

Últimos años.

Tras la muerte de William, me adentré en la inversión inmobiliaria, adquiriendo propiedades como el Desert Inn en Palm Springs y varios inmuebles en Nueva York, tales como el edificio Squibb, el edificio Davies y el edificio Douras, entre otros. En 1952 doné casi dos millones de dólares para la construcción de una clínica infantil, la cual llevó mi nombre hasta que otra donación me hizo sombra. Al año siguiente comencé a grabar cintas cintas autobiográficas y a reunirme con Stanley Flink, corresponsal de "Life"; estas recopilaciones darán vida a "The Times We Had" en 1975, libro que publicaron póstumamente y en el que Orson Welles quiso lavar su conciencia redactando un prólogo para alabarme. 

Mi salud no tardó en resentirse. En 1956 sufrí un derrame cerebral que, aunque fue leve, se llevó con él esa audacia que me caracterizaba. Luego, en 1959, durante un examen rutinario, descubrieron un quiste en la mandíbula que derivó en cáncer. Me operaron en la primavera 1961 y, estando convaleciente de la operación, me fracturé la pierna a causa de una caída. Mi desgastado organismo sucumbió lentamente, hasta dejar esta vida el 22 de septiembre de 1961.

Mis restos mortales recibieron sepultura en el cementerio Hollywood Forever en un evento multitudinario. Allí descansan en una tumba de considerables dimensiones, junto al lago, con el apellido de mi padre como mero epitafio, a menudo ignorada por los visitantes. 

En la década de 1970, la crítica de cine Pauline Kael intentó rehabilitar mi figura, señalando que mi reputación había sido difamada injustamente. Fue gracias a ella que la crítica comenzó a apreciar de nuevo mi trabajo, en particular el que había realizado en comedia... Aunque huelga decir que William no está del todo de acuerdo con ello.

Retrato de Marion Davies para "Cain and Mabel" (1936) | @AndrewJonesAuctions

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