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Frances 'Fanny' Burney (1752-1840)

Soy Frances Burney y unos pocos me recuerdan como la madre de la novela de costumbres y como referenta de la escritora Jane Austen. También escribí obras de teatro que, tachadas de inconvenientes, apenas fueron representadas en vida; un diario que se ha convertido en una fuente imprescindible para los estudiosos del siglo XVIII en Inglaterra; y un número ingente de cartas que han visto la luz recientemente.


Vine al mundo en King's Lynn, en el condado de Norfolk, al este de Inglaterra, un 13 de junio de 1752. Mi padre era el famoso compositor, musicólogo y viajero Charles Burney (1726-1814). Mi madre era Esther Sleepe (1723?-1762), empresaria y fabricante de abanicos hasta que contrajo matrimonio. Yo era la tercera de seis hermanos: Hetty (1749-1832), James (1750-1821), Susy (1755-1800), Charlotte (1761-1838) y Charles (1757-1817).

Nada más llegar a King's Lynn, mi padre, músico de la capital, fue calurosamente acogido y contratado por la gente acomodada de la ciudad, lo que permitió a mis padres instalarse al poco de yo nacer en el 84 de High Street, una calle en la que prosperaron grandes tiendas de moda frecuentadas por las clases pudientes y la nobleza rural. 

Mis hermanos y yo crecimos en ese ambiente acomodado, rico en inquietudes culturales. No es de extrañar que nuestros juegos favoritos fueran interpretar el clavicémbalo o el violín, leer en voz alta y disfrazarnos para representar obras de teatro caseras. Es más, el primer contacto que recuerdo con la literatura fue mi madre y sus recitaciones de Shakespeare, Pope y Dryden.

En 1760 nos trasladamos a Londres, donde mi madre comenzó a dar signos de enfermedad. 

Instalados en la capital, mi padre decidió promocionar la formación de mis hermanas Esther y Susy enviándolas a estudiar a París. A mí, sin embargo, me dejó al margen aduciendo que, teniendo ocho años, aún desconocía las letras; mi padre estimó que yo era corta de vista y demasiado apocada y torpe para tamaña inversión. Pasó por alto que estaba afectada de dislexia. 

Inasequible al desaliento, decidí formarme de forma autodidacta explotando la desmedida biblioteca de mi padre. Entre sus cuatro paredes aprendí a leer y escribir yo solita. En cuestión de un par de años no sólo dominaba el alfabeto, sino que me aventuré con el francés y con el italiano y me lancé a escribir de forma compulsiva: poemas, canciones, obras de teatro, historias juveniles… nada me asustaba.

El 29 de septiembre de aquel año de 1762, a la tierna edad de diez años, perdí a mi madre por la tisis; los tratamientos a los que se había sometido en Bath y Bristol Hot Wells no habían tenido éxito. Su pérdida me causó un hondo sentimiento de devastación que me marcó de por vida. Intenté buscar consuelo en mi padre, pero en él sólo hallé la desaprobación de mis escritos, lo cual prendió en mi pecho un profundo temor. 

En 1767, cinco años después de la muerte de mi madre, mi padre contrajo matrimonio con la viuda Elizabeth Allen, de Lynn, que aportó tres hijos a la familia: Maria, Stephen y Bessie. Del matrimonio nacerían luego mis hermanastros Richard, en 1768, y Sarah, en 1772. 

El carácter de mi madrastra, agrio y hostil, me hizo extrañar aún más a mi madre, tan cálida y divertida. Desde ese momento me refugié en mis hermanos y, con ellos, en mi abuela Frances, la madre de mi madre, a la que tan cercana éramos. Ella desempeñaría ese papel maternal que tanto necesitábamos durante los siguientes catorce años, hasta su fallecimiento en 1776.

Aquellos días difíciles me llevaron a sentarme frente a mi escritorio el 27 de marzo de 1768 y redactar una carta a Miss Nadie. Aquella misiva se convirtió en la primera entrada de un diario que alimenté durante los siguientes 62 años, desahogando en él mis impresiones sobre el mundo y mis más profundos sentimientos.

Primeros éxitos.

Por mi carácter reservado, sólo era capaz de expresarme libremente junto a mis hermanos, especialmente junto a mi querida Susy. A los quince años aún era tímida en extremo con los extraños. Por el contrario, mis seres queridos me tenían por una imitadora excelente; no en vano, observar a la gente y detectar sus debilidades era un jugoso pasatiempo para esta que le habla. Sin embargo, la frustración ya había causado tanta mella en mí a esta tierna edad que me llevó a incinerar todo lo que había escrito en una enorme hoguera en medio del patio familiar. Cuánto protestó y lloró mi amada Susy aquel destrozo. 

Con el tiempo, fui aprendiendo a adiestrar mis temores y fue así como en 1778, con veinte años, publiqué mi primera obra, una novela epistolar que titulé “Evelina o la entrada al mundo de una joven dama”. Lo hice de forma anónima y sin el conocimiento de mi padre, que tanto había despreciado mis escritos antes. 

Frances Burney hacia 1780
N. Honec hacia 1780 © Norfolk Women in History

Mi afán en mis novelas fue retratar de forma satírica las dificultades a las que mis jóvenes heroínas debían enfrentarse para abrirse paso en la sociedad, reto que les sobrevenía a destiempo y en situaciones desfavorables; eso sí, siempre contaron con el amor de algún buen pretendiente que las reconfortara. Como telón de fondo, el ambiente de clase media y alta inglesa, tan snob como cruel.

El público quedó embelesado por mi visión cómica y mordaz de la sociedad inglesa y Evelina pronto se convirtió en un éxito. Fue entonces y sólo entonces cuando asumí mi autoría. Por supuesto, cuando mi padre tuvo conocimiento del hecho, censuró una vez más mi inquietud de ser escritora, aunque sólo hasta que comprobó con asombro que mi texto era aplaudido no sólo por el público, sino también por los expertos; obtuve elogios incluso de Samuel Johnson, el más prestigioso crítico de la época, con quien acabé cultivando una amistad que duraría toda la vida. A Evelina le seguirían dos novelas más: Cecilia, en 1782, y Camilla, en 1796. 

Ilustración de Hugh Thomson para 'Evelina' (1920).
Un joven molesta a Evelina en un baile, Carta XIII
© Culture Club/Getty Images

En 1786 mi éxito como novelista trajo consigo una propuesta inesperada: la de entrar a formar parte del séquito de damas de compañía de la reina Carlota, puesto que era retribuido con doscientas libras de renta. Acepté a regañadientes para satisfacer a mi padre, halagado por el favor real, y, ya de paso, escapar de mi madrastra.  

Me mantuve en el puesto cinco años. En 1791, frustrada por la falta de tiempo, hastiada por la mala relación con Madame Schwellenberguno, mi superiora, y dolida por el romance fallido con el coronel Stephen Digby, vicechambelán de la reina, pedí permiso para abandonar la Corte y sus cuantiosas contraprestaciones económicas para volver junto a mi padre, que residía en Chelsea asediado por la enfermedad.

Siendo simpatizante de la Revolución Francesa, me uní a otros intelectuales para ayudar a los emigrados que llegaban a Inglaterra huyendo de una Francia convulsa. Fue así como conocí al General Alexandre D'Arblay, un oficial de artillería con el que empecé una relación sentimental. Para variar, mi padre no tardó en reprobar mi decisión, ya que no veía con buenos ojos a aquel emigrante con escasos recursos. 

Muy a su pesar, Alexandre y yo contrajimos matrimonio el 28 de julio de 1793, en la Iglesia de San Miguel de Mickleham. Alexander Charles, nuestro único hijo, nació el 18 de diciembre de 1794. 

La publicación de la novela Camilla, en 1796, supuso una gran ayuda para la economía de nuestra pequeña familia, tanto que nos permitió rentar Norbury Park a nuestros amigos los Lock y construir allí nuestro nuevo hogar, al que bautizamos con el nombre de Camilla Cottage. Nos mudamos allí en 1797 e inauguramos la vivienda con un picnic casi improvisado en una de las habitaciones vacías, pues aún estábamos a la espera de que llegaran los muebles; nos bastó un poco de pan y unos huevos duros. Alrededor, el pequeño Alex galopaba sobre un palo convertido en un caballo de fantasía. Fue un momento cargado de emoción, prosperidad y esperanzas. 

El 6 de enero de 1800 perdí a mi amada hermana Susan, ávida escritora, superviviente de maltrato y destinataria de un incontable número de cartas y de entradas en mi diario casi eterno. 

Camille Cottage
© Jacqueline Banerjee / Victorian Web

Periplo francés.

En 1801 mi marido regresó a Francia aprovechando el Tratado de paz de Amiens entre nuestros países con la intención de visitar a familiares y amigos y recuperar su propiedad. Yo me refugié en Norbury Park junto a los Lock para sobrellevar su ausencia. Al final, consiguió un puesto al servicio del nuevo soberano de Francia, Napoleón Bonaparte, así que en 1802 viajé a París con mi hijo para una breve estancia. Por desgracia, el conflicto entre Francia e Inglaterra se reanudó después de mi llegada, lo que nos obligó a permanecer en tierras extranjeras durante diez años.

En aquel lapso de tiempo, en 1807, mi padre sufrió un derrame cerebral que paralizó su mano izquierda y lo confinó a sus habitaciones en el Chelsea College. 

Además, en 1811, tuve que enfrentarme a uno de los hechos más traumáticos de mi vida: un tumor en uno de mis pechos que me obligó a someterme a una dolorosa y arriesgada mastectomía. Recuerden que en mi época no había anestesia y que las probabilidades de superar una intervención de tal calibre eran muy escasas. 

Regreso a Inglaterra.

Volvimos a Inglaterra en 1812. Camilla Cottage permanecía intacta a pesar de los años transcurridos; nuestras ropas y nuestros libros nos aguardaban como congelados en el tiempo. Regresé a Francia en noviembre de 1814, cuando mi marido fue llamado a filas para la Campaña de Waterloo. Alexandre resultó herido en el transcurso de la guerra, lo que lo obligó a retirarse al fin del ejército y nos permitió regresar a Inglaterra en 1815.

Sin embargo, no nos instalamos en Camilla Cottage, cuya propiedad se había convertido en un conflicto legal tras la muerte del señor Lock. Sin saber si a ciencia cierta si podríamos legar la casa a nuestro único heredero el día de mañana, renunciamos a la vivienda y decidimos instalarnos en Bath. 

En 1814 publiqué "The Wanderer", una novela histórico-gótica que no tuvo mucho éxito de público, aunque ingresé mil quinientas libras esterlinas por la primera edición; sería mi última narración de ficción. En 1832 publicaría un texto más: una biografía de mi padre titulada "Memoirs of Doctor Burney".

Mi padre falleció en el Chelsea College el 12 de abril de 1814. En 1817 lo hizo mi hermano Charles, víctima de una apoplejía. El 3 de mayo de 1818 perdí a mi compañero de vida. En 1821 falleció mi hermano James, el navegante. En 1832 perdí a Hetty, mi hermana mayor. El 19 de enero de 1837 perdí a mi hijo a causa de una tuberculosis. En 1838 murió mi hermana Charlotte. Yo le seguí dos años más tarde, el día de Reyes de 1840. 

Mi cuerpo descansa junto al de mi esposo y el de mi hijo en el cementerio Walcot, en Bath.

Mis Diarios se publicaron en su integridad en 1880, en una edición supervisada por la escritora Sarah Chauncey Woolsey. Después de eso, mi reputación como escritora se vio empañada por aquellos que infravaloraron mi ficción en favor de mis Diarios, aduciendo que éstos se trataban de un retrato más adecuado e interesante de la vida del siglo XVIII. Por eso, me alegra saber que en los últimos tiempos mis novelas y mis obras de teatro están cosechando un renovado interés por su perspectiva sobre la vida social y la lucha de las mujeres en una cultura orientada hacia los intereses masculinos.

Retrato de Frances 'Fanny' Burney d'Arblay, c.1784-1785
Realizado por su sobrino E. F. Burney
National Portrait Gallery | Wikipedia

Obras.

  • The History of Caroline Evelyn (La Historia de Caroline Evelyn), novela destruida por la autora en 1767.
  • Evelina, or, A Young Lady's Entrance into the World (Evelina, o la Entrada en Sociedad de una Joven Dama), 1778 (novela). 
  • The Witlings (El Ridículo Ingenio), comedia satírica (1779).
  • Cecilia, or, Memoirs of an Heiress (Cecilia, o Memorias de una Heredera), 1782 (novela).
  • Edwy and Elgiva, tragedia en verso (1790). Producida en Drury Lane el 21 de marzo de 1795. 
  • Hubert de Vere, tragedia en verso  (1788-91?).
  • The Siege of Pevensey (El Sitio de Pevensey), tragedia en verso (1788-91?).
  • Elberta, tragedia en verso inacabada (1791)
  • The Diary of Fanny Burney, ed. Lewis Gibbs. Everyman, Dent, 1971.
  • Brief Reflexions Relative to the Emigrant French Clergy (Breves Reflexiones sobre el Clero Francés Emigrante), 1793 (ensayo).
  • Camilla, or, A Picture of Youth (Camila, o un Retrato de Juventud), 1796 (novela). 
  • Love and Fashion, 1799 (comedia satírica)
  • The Woman Hater, 1800-1801 (comedia satírica)
  • A Busy Day, 1800-1801 (comedia satírica)
  • The Wanderer: Or, Female Difficulties (El vagabundo, o las Dificultades Femeninas), 1814 (novela)
  • Memoirs of Doctor Burney, 1832 (biografía).
  • The Early Diary of Frances Burney 1768-1778, (2 vols.) ed. Annie Raine Ellis. London: 1889.
  • The Diary and Letters of Madame D'Arblay, ed. Austin Dobson. Macmillan, 1904.
  • Dr. Johnson & Fanny Burney by Fanny Burney. Ed. Chauncy Brewster Tinker. London: Jonathan Cape, 1912.
  • The Journal and Letters of Fanny Burney (Madame D'Arblay) 1791-1840, (12 vols.) Vols. I-VI. ed. Joyce Hemlow, con Patricia Boutilier y Althea Douglas; Vol. VII, eds. Edward A. y Lillian D. Bloom; Vol. VIII, ed. Peter Hughes; Vols. IX-X, ed. Warren Derry; Vols. XI-XII, ed. Joyce Hemlow con Althea Douglas y Patricia Hawkins. Oxford University Press, 1972-1984.

Fuentes.

Más información.

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