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Eliza Hancock (1761-1813)

Soy Eliza Hancock y, aunque mi vida fue más que emocionante por sí sola, he pasado a la historia como la prima excéntrica de Jane Austen.

Vine al mundo el 22 de diciembre de 1761, en Calcuta, como hija de Philadelphia Austen (1730-1792) y Tysoe Saul Hancock (1723-1775), médico de la Compañía de las Indias Orientales. Me bautizaron con el nombre de Elizabeth en honor a la difunta hija de mi padrino, Warren Hastings, aunque en casa todos me llamaban Betsy.

Ya desde antes de nacer, la polémica fue una tozuda compañera, pues a mi alrededor la gente murmuraba que mi verdadero padre biológico era mi padrino, el Señor Hastings. Supongo que el hecho de que mi madre tardase ocho años en concebir después de su matrimonio dio aún más alas a las malas lenguas.

En 1765, cuando tenía 4 años, regresé a Inglaterra con mis padres. A bordo de nuestro barco viajaba también mi padrino, que había decidido igualmente volver a casa. Atracamos en Inglaterra en verano y nos instalamos en la ciudad de Londres, no muy lejos de las residencias del Señor Hastings y de su hermana Anne, que se amistó también con nuestra familia.

Pasados los primeros años, mis padres se percataron de que la la fortuna que habían traído de La India iba a ser insuficiente para mantener el nivel de vida al que aspiraban. Fue así como en 1768 mi padre decidió regresar a La India junto con su amigo el Señor Hastings con la intención de engrosar la fortuna familiar. 

Tysoe Hancock, la criada Clarinda, su hija Elizabeth y su esposa Philadelphia, 1765
Joshua Reynolds | Gemäldegalerie de Berlín | Wikipedia.

Desde la distancia, mi padre vigilaba que mi educación fuese todo lo elevada que podía ser para una joven de mi época y no le pesaba vivir con frugalidad lejos de su familia si así podía sufragar a los mejores profesores de Inglaterra. Pronto descubrí que mi objetivo en la vida era uno sólo: el de complacer la mirada masculina para conseguir un buen casamiento. A lo largo de mi niñez y mi adolescencia recibí clases de francés, lectura, caligrafía, danza, música, arpa, clavicémbalo, equitación, aritmética y cualquier otra materia necesaria que para mejorar mis perspectivas matrimoniales futuras. 

Sin embargo, mi padre no era feliz en La India, como bien se podía deducir de sus cartas, cada vez más lúgubres y quejosas. De hecho, su salud no era alentadora; sufría episodios de gota, acumulaba cálculos en los riñones y enfermaba cada vez con frecuencia. Después de siete años alejado de casa, un día de noviembre de 1775 sucedió lo inevitable: mi padre falleció en Calcuta a la edad de 51 años.

Mi madre y yo salimos adelante como buenamente pudimos hasta que, a partir de 1777, un fideicomiso de diez mil libras establecido por el Señor Hastings a mi favor comenzó a rentar unos jugosos intereses que ascendían a unas 600 libras al año. La cantidad era sustanciosa, pero insuficiente para costear el alto nivel de vida que la ciudad de Londres exigía, por lo que mi madre decidió cruzar el canal en busca de un lugar más económico pero igual o más distinguido. Fue así como, después de recorrer Alemania y Bélgica mejorando mi educación, mi madre y yo nos instalamos en Paris en octubre de 1779.

Allí mi madre entró en contacto con Sir John Lambert, un baronet anglofrancés conocedor de altas esferas parisinas con el que mi madre entabló una amistad o quizás algo más allá. Fue Sir Lambert quien nos presentó en sociedad y quien propició mi encuentro con el capitán Jean François Capot, que era pariente suyo. Nuestras mutuas presentaciones fueron, por así decirlo, algo pretenciosas. El capitán dijo ser el conde de Feuillide y una servidora, una rica heredera con vínculos con Lord Hastings, antiguo gobernador de la India. El título de Conde hizo que los ojos de mi madre echasen chiribitas, lo mismo que mi herencia en los ojos del Capitán, que pronto se postuló como pretendiente. 

Eliza hacia 1780, autoría desconocida | Exotic and irrational entertainment.

El capitán y yo contrajimos matrimonio en 1781. En ese momento yo tenía 19 años y él, 31. Tras la boda, me adentré en un universo fascinante, plagado de fiestas y bailes babilónicos que nos llevaron incluso a la Corte, donde conocimos a la reina María Antonieta y a María Teresa Luisa de Saboya, Princesa de Lamballe. 

Sin embargo, mi príncipe azul acabó destiñendo un poco, quedando reducido a un aclamado oficial del Regimiento de Dragones de la Reina, hijo del alcalde de Nérac. Ni siquiera tenía título de Conde, con la ilusión que aquello le había hecho a mi madre. En todo caso, era propietario de Le Marais, una finca de 5.000 acres de terrenos próximos a la localidad de Gabarret, cercana a Nérac, obtenida por concesión real; sin embargo, ni siquiera los terrenos Le Marais, aunque libres de impuestos, eran de mucho provecho, ya que estaban inundados de pantanos que el conde estaba intentando drenar para convertirlos en cultivables. 

En la primavera de 1784 mi madre y yo abandonamos París para reunirnos con mi marido, que había partido meses atrás para iniciar los trabajos de drenaje de Le Marais. Llegamos allí en mayo, instalándonos junto con mi suegra en el Château de Jourdan, sito en Gabarret. Pasamos allí dos años, sobreponiéndonos lo mejor que supimos a la incomodidad de aquel paraje desolado y pantanoso que nada tenía que ver con la rutilante vida que habíamos llevado en la capital. 

Château Jourdan

Tras un aborto espontáneo, en 1785 concebí a mi primer y único hijo. Mi marido insistió con tanta vehemencia que el bebé debía nacer en Inglaterra, que no me quedó otra que abandonar Le Marais en mayo de 1786, con una barriga de considerable dimensiones. Era obvio que el conde creía que mi presencia en Londres presionaría a mi padrino, el Señor Hastings, para que reconociese al crío como nieto suyo. 

Para sorpresa de todos, me puse de parto en Calais, antes de llegar a embarcar, trayendo a mundo a Hastings Junior el 25 de junio de 1786. Sí, el nombre lo elegimos en honor de mi padrino; por si lo de las habladurías sobre su paternidad y nuestro viaje a Londres para presentárselo no era suficiente presión para él. 

Al nacer, el pequeño Hastings era un bebé regordete y robusto. Sin embargo, con el paso de los años, su salud se quebraría y llegaría a sufrir episodios de convulsiones que comprometerían su desarrollo. A pesar de ello y, contrariamente a los que se estilaba en las familias de mi estatus en esa época, yo nunca me separé de mi hijo, por el que luché y me desvelé a lo largo de toda la vida.

A finales de 1786, recuperada ya del parto, mi madre, mi hijo y yo retomamos nuestro viaje a Inglaterra. Nos instalamos en Londres, en Orchard Street, y en el mes de diciembre viajamos a la rectoría de Steventon a visitar a mi tío, el Reverendo Austen, y a su familia. Fue así como conocí a mis primas Cassandra y Jane, que en ese momento era sólo una niña de once años. 

Entre 1787 y 1789 viví entre Francia e Inglaterra, yendo y viniendo en compañía de mi madre y de mi hijo con las excusa de visitar familiares o resolver problemas financieros. De vez en cuando mi marido venía a vernos a Inglaterra, compartiendo con nosotras algunas temporadas. Volvimos a Steventon muchas veces, participando en las muchas obras de teatro que los Austen producían, pasatiempo que era muy de mi agrado. Al principio, Cassandra y Jane no actuaban, ya que eran muy pequeñas; así que el peso de las heroínas de aquellas obras solía recaer en mí, compartiendo a menudo escena con mis primos James, 4 años menor que yo, y Henry, 10 años menor que yo; algunas malas lenguas aseguran que coqueteé con ellos más de la cuenta, dejando a ambos bebiendo los vientos por mí... 

Unos meses después de la visita navideña a Steventon, estando ya en Londres, estalló la Revolución en Francia. Atemorizadas por los acontecimientos, mi madre y yo decidimos quedarnos en Inglaterra con el pequeño Hastings. Sin embargo, mi marido el conde decidió quedarse en Francia para proteger sus posesiones.

En abril de 1791 mi madre empezó a dar síntomas de enfermedad. Algún tiempo después le diagnosticaron cáncer de mama, una dolorosa sentencia de muerte en aquella época. La acompañé en sus pruebas y sus tratamientos lo mejor que pude y supe, reconociendo que aquel mal me la arrebataría poco a poco y de una forma terrible, dejándome al cabo sola en el mundo, cosa que sucedió el 26 de febrero de 1792. Creo que de nos ser por mi hijo y por las cartas que a menudo escribía a mi prima Philly, a través de las cuales podía desahogarme, no habría podido superar su ausencia. 

Retrato de Eliza probablemente inspirado en la miniatura de 1780

En la primavera de aquel mismo año el conde vino a visitarme; me dejó embarazada y partió para no volver. Meses después sufrí otro aborto espontáneo, causado quizás por una varicela. Después de aquello, en febrero de 1794, el Comité de Salvación Pública francés cambió mi estado civil de casada a viuda, condenando a mi marido a morir en la guillotina por corrupto. 

Tras un año de luto, mi primo Henry se presentó en casa para propone matrimonio. Su carácter afable y su sentido del humor siempre fueron de mi agrado, pero su puesto como teniente de la Milicia de Oxfordshire no podía competir con los beneficios que mi recién estrenada viudez me ofrecía, así que lo rechacé. 

En 1795 el que enviudó fue mi primo James, a la sazón párroco de Steventon y padre de una hija. Al año siguiente se presentó en Londres para ofrecerme matrimonio y la oportunidad de vivir modestamente en la rectoría, lejos del mundanal ruido y en medio de las frondosas y bucólicas campiñas de Hampshire... Se lo cedí con gusto a Mary Lloyd, una amiga de la familia Austen que, dicho sea de paso, no demostró por mí demasiada simpatía desde ese momento. 

Agotada todas posibilidades por parte de James, Henry, ya capitán, aprovechó una visita navideña para renovar su propuesta de matrimonio. A esas alturas, yo había rescatado el dinero del fideicomiso y redactado testamento legando todas mis posesiones a favor de mi hijo en vez de a un posible marido, decisión que Henry aprobó con sincero desapego. Esta vez, el cariño de mi primo hacia mi hijo unido al afecto que siempre había sentido por él me animaron a aceptar su proposición.  

Henry y yo contrajimos matrimonio el 31 de diciembre de 1797, en la iglesia parroquial de St. Marylebone, en Londres. Nuestra unión me acercó aún más a los Austen, especialmente a mi prima Jane, haciendo que nuestra relación se intensificara y se volviera más profunda con el paso de los años.

Henry Austen hacia 1820 | JaneAustenCork en X.

A principios 1801 Henry abandonó la milicia y comenzó su carrera como agente financiero, asociándose con Henry Maunde para crear el banco Austen & Company con gran éxito. Pero cualquier alegría quedó eclipsada por el fallecimiento de mi pequeño, el 9 de octubre de 1801, a la tierna edad de 15 años. Su quebradiza salud nunca fue halagüeña pero, a pesar de ello, nada en el mundo te prepara para una pérdida así. 

En octubre de 1811 vio la luz "Sentido y Sensibilidad", la primera novela de la prima Jane. En 1812 ya tenía editor para la segunda, "Orgullo y Prejuicio", y trabajaba ya en la tercera, "Mansfield Park". A partir de ese momento las visitas de Jane se volvieron aún más frecuentes, ya que Henry se implicó activamente en la búsqueda de editores. Su cercanía fue un bálsamo para mí en aquellos días, ya que mi salud empezó a dar muestras de fragilidad. No tardé en identificar los síntomas que sufría: tenía cáncer de mama, la misma enfermedad que me había arrebatado a mi querida madre con tanto padecimiento. Cuando Jane no estaba, mi único apoyo era mi sirvienta Madame Bigeon y su hija, Madame Périgord, ya que Henry pasaba largos periodos fuera de casa, ocupado en sus negocios. 

A principios de 1813 mi estado había empeorado tanto que mi entorno temió que el momento de mi partida estaba cercano. Henry, que se hallaba en esos momentos en Oxford, acudió en mi auxilio trayendo con sigo a mi prima Jane, que permaneció a mi lado hasta mi último aliento. Tras un padecimiento difícil de explicar, dejé este mundo el 25 de abril de 1813, a los 51 años. 

Mis restos descansan en el cementerio de St. John-at-Hampstead, junto a los de mi madre y los de mi amado hijo, y mi memoria, entre las líneas de las novelas y relatos de Jane. De hecho, hay quien ve mi sombra detrás del personaje de Mary Crawford, de "Mansfield Park", justo la novela que Jane estaba escribiendo cuando los primeros síntomas del cáncer de mama irrumpieron en mi vida.

Ilustración de E. Brock para la edición de 1908 de Mansfield Park
Blog Jane Austen en Castellano.

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