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Elizabeth Bisland (1861-1929)

Soy Elizabeth Bisland y, aunque hoy en día sea más conocida por mi impostada carrera alrededor del mundo contra Nellie Bly, me gané bien la vida como periodista y escritora. 

 - Elizabeth Bisland hacia 1891, Wikipedia

Vine al mundo el 11 de febrero de 1861 en la Plantación Fairfax, en St. Mary Parish, Luisiana, en el seno de una familia pudiente. Mi madre era Margaret Brownson y mi padre, Thomas Shields Bisland, propietario del cañaveral y su azucarera.

El 12 de abril, un día después de cumplir los dos meses de vida, la Guerra Civil estalló en Estados Unidos, enfrentando los estados del Norte con los del Sur. De la noche a la mañana, mi padre se convirtió en intendente de un Regimiento de Infantería y luego en cirujano del Ejército, pues había sido estudiante de medicina en la Universidad de Pensilvania antes de volcarse en el negocio familiar de las plantaciones. 

Con el conflicto a las puertas de casa, mi madre decidió huir de Fairfax. Escapamos a Natchez a bordo de una ambulancia del ejército poco antes de la Batalla de Fort Bisland, acontecida entre el 12 y el 13 de abril de 1863. Justo a tiempo, ya que el combate alcanzó nuestro jardín.

La guerra llegó a su fin el 9 de abril de 1865, casi al mismo tiempo que venía al mundo mi hermano Pressley. Mis padres regresaron a casa empobrecidos y en medio de una Luisiana devastada. En esa nueva realidad descubrí yo las mieles de la Literatura, encerradas en los libros que mis padres habían atesorado en la ahora ruinosa biblioteca familiar.

En 1873, tras la muerte de mi abuela paterna, mi padre heredó Monte Reposo, en Natchez, que se convirtió en nuestro nuevo hogar. Los ingresos de mi padre seguían siendo exiguos, así que mi madre empezó a contribuir a la economía familiar componiendo obras para piano y escribiendo poesía para el New Orleans Times Democrat. Su poema "Marguerite" se incluyó en la antología “In My Lady's Name: Poems of Love and Beauty” en 1897. 

Emulando a mi madre, el ímpetu de la adolescencia me animó a enviar mis primeros versos al New Orleans Times Democrat bajo el seudónimo B. L. R. Dane, que empezó a publicar mis poemas. Cuando me decidí a revelar mi identidad a mis padres y al editor del periodico, empecé a recibir una remuneración por ello. Poco después me mudé a Nueva Orleans para trabajar para el periódico local. 

Alrededor de 1887 me trasladé a Nueva York, donde conseguí un puesto en The Sun. En 1889, a mis veintiocho años, trabajaba ya para un buen número de publicaciones, a las que contribuía con poemas, ensayos, reseñas de libros y ficción literaria. Pronto me convertí en la editora de ficción literaria en el flamante Cosmopolitan, que por aquel entonces era un periódico y no una revista. En mi tiempo libre, que no era mucho, me gustaba regentar una suerte de salón literario en mi apartamento, donde me reunía con los autores y artistas neoyorquinos para conversar sobre los temas artísticos del momento. 

Así que, viendo mis inquietudes literarias, ya podéis imaginar mi cara de sorpresa cuando, en la mañana del 14 de noviembre de 1889, el jefe del Cosmopolitan me convocó a su despacho a eso de las once para invitarme a circunvalar el planeta. ¿Por qué? Porque el New York World había anunciado que ese mismo día Nellie Bly, su famosa reportera, saldría de viaje con la intención de batir el registro imaginario de Phileas Fogg, el protagonista de “La vuelta al mundo en 80 días” de Julio Verne. Al parecer, mi jefe había pensado que el enfrentamiento entre ambas mujeres se convertiría en una campaña publicitaria tan rentable para el Cosmopolitan que estaba dispuesto a embarcarme aquella misma tarde en un viaje de 75 días alrededor del mundo del todo improvisado.  

Yo me negué, consciente de la notoriedad que me podía granjear semejante aventura. Me excusé alegando que tenía una cena programada en casa, a lo que sumé el agravante de no tener en mi armario ningún atuendo adecuado para un viaje tan largo. Sin embargo, ninguna excusa fue lo suficientemente disuasoria y seis horas más tarde me hallaba yo a bordo de un tren de la Línea Central de Nueva York con destino a San Francisco. 

Bisland durante la carrera alrededor del mundo
Wikipedia

Me las apañé para empacar en cinco horas todo lo que imaginaba que podría necesitar en un viaje de más de dos meses repartido en un par de baúles de viaje y un bolso Gladstone. En total llevaba dos atuendos, seis corpiños, un vestido de noche y un un buen número de horquillas y alfileres. También portaba una estola con su pertinente juego de correas para asirla en forma de maleta.

Ambas emprendimos el viaje aquel mismo día, pero en sentidos opuestos: Bly hacia el este y yo hacia el oeste. Sin embargo, entre los dos pistoletazos de salida había una diferencia sustancial: a Bly nadie le dijo que iba a competir contra otra mujer; no lo descubriría hasta llegar a Hong Kong, el 24 de diciembre, cuando un oficial de la Occidental & Oriental Steamship Company la avisó de que iba a ser batida, ya que una servidora había pasado por allí tres días antes. 

Yo, por el contrario, no había salido de San Francisco y ya estaba horrorizada por el número de visitantes que garabateaba mensajes en tarjetas que luego hacían llegar a mi habitación de hotel. Mi miedo a la publicidad había empezado a materializarse pronto. Pero, a su pesar, viéndome ya inmersa en aquella aventura, hice de tripas corazón y me propuse disfrutar del viaje. Intenté capturar en mi cuaderno las sensaciones que despertaron en mí los lugares en los que tuve la oportunidad de detenerme y, sobre todo, la belleza de los cambiantes paisajes que atravesé por tierra y por mar a bordo de los más variopintos medios de transporte.

Mientras tanto, en Estados Unidos, el público seguía la competición con avidez, en especial el relato de Bly. Ella tenía a su favor la periodicidad del New York World, que se publicaba a diario; el refinado Cosmopolitan, sin embargo, se editaba una vez al mes. A su éxito contribuyó por supuesto el carisma de Bly que, como curtida reportera de investigación, desplegaba un estilo mucho más directo que llegaba con más inmediatez al gran público. 

Elizabeth Bisland hacia 1891, Wikipedia, restaurada con restorephotos.io

Mi derrota se fraguó en las últimas etapas de mi viaje. Me dirigía a embarcar en el Ems, un veloz barco de vapor alemán que fondeaba de Southampton, cuando me notificaron que la nave ya había partido.  Asediada por el sueño, el frío y el hambre me lancé en tren y en ferry a través de Francia, Inglaterra, Gales e Irlanda hasta llegar a Queenstown, donde estaba atracado el Bothnia, otro barco que vapor que, aunque más lento, se convirtió en mi última esperanza para hacerme con la victoria surcando el Atlántico Norte. Embarqué en él el 18 de enero y, después de 12 días de una tortuosa travesía azotada por tormentas en medio de un clima terrible, alcanzamos el puerto de Nueva York el 30 de enero de 1890. Había completado mi viaje en 76 días y medio, por delante del registro ficticio de Fogg, pero por detrás de los 72 días, 6 horas y 11 minutos Bly.

Los periódicos del país habían seguido con tanta voracidad nuestra carrera que se registraron fuertes apuestas sobre el resultado en las casas de juego del país, razón por la que el escaso público que vino a recibirme me sorprendió, eso sí, gratamente. No en vano, mi intención era regresar a la apacible vida de escritora. A diferencia de Bly, descarté la idea de dar conferencias o de anunciar productos y en mayo huí de Estados Unidos para esquivar cualquier amago de publicidad. 

Elizabeth Bisland, publicdomainreview.org, restaurada con restorephotos.io

Me instalé en Inglaterra, donde residí un año y me sumergí en el universo literario londinense. Allí conocí a ilustres personajes de la cultura autóctona, como Herbert Spencer, Rhoda Broughton y Rudyard Kipling, que me tiró los tejos sin mucha fortuna, como muchos otros antes. 

En 1891 se publicó “In Seven Stages: A Flying Trip Around the World” (En siete etapas: Un Viaje Volando Alrededor del Mundo), que recopilaba los artículos que había redactado para el Cosmopolitan. También vio la luz “A Widower Indeed” (Un Viudo de Verdad), una novela que escribí a medias con Rhoda Broughton con la intención de explorar los estereotipos victorianos de la masculinidad y la feminidad. 

En un plano personal, 1891 fue el año en el que conocí a mi futuro marido, el abogado Charles Whitman Wetmore. Contrajimos matrimonio el 6 de octubre de 1891 y pronto nos mudamos a Oyster Bay, en la costa norte de Long Island. Allí hicimos construir Applegarth, una hermosa vivienda de estilo Tudor. Allí traje al mundo algunos de los escritos que más orgullo me despiertan, como el autobiográfico "A Candle of Understanding" (Una Vela de Entendimiento), publicado en 1903. Lo edité bajo mi nombre de soltera, como todos los que escribí después de mi matrimonio. 

Applegarth, Oyster Bay, Long Island

En 1906 publiqué el autobiográfico “The Secret Life: Being the Book of a Heretic” (La vida Secreta: El libro de una Herética) y el bien acogido “The Life and Letters of Lafcadio Hearn” (Vida y cartas de Lafcadio Hearn), al que conociera en Nueva Orleans dos décadas atrás.

En 1909, Charles abandonó la abogacía para dirigir la North American Company, lo cual nos llevó a mudarnos a Washington. Unos pocos meses después mi marido empezó a dar muestras de enfermedad. Le diagnosticaron una misteriosa dolencia nerviosa que atacaba tanto la mente como el cuerpo. 

En la primavera de 1911 decidimos aventurarnos en un largo viaje para mitigar su malestar. Durante un año estuvimos recorriendo el mundo, redescubriendo juntos muchos de los lugares que había visitado en mi carrera alrededor del globo. Guardo especial recuerdo de nuestra larga estancia en Japón y de los compartidos paseos por sus fértiles campos. Finalizamos el viaje en Londres, donde nos instalamos una buena temporada antes de volver a Washington. 

Cuando en 1917 estalló la Gran Guerra, volqué todos mis esfuerzos en la organización de campañas en beneficio de la Cruz Roja Americana. Me diagnosticaron anemia, pero aquello no me impidió seguir trabajando. De hecho, me ofrecí voluntaria para asistir a los enfermos y heridos en el Hospital Walter Reed. Creo que lo hacía para huir de la desesperación que me provocaba el creciente deterioro de mi marido, internado ya en un sanatorio. 

Sus médicos desaconsejaron mis visitas, así que no volví a ver a Charles con vida después de aquello. Dejó este mundo el 1 de junio de 1919, solo, llevándose con él todo el significado y el propósito de la vida. 

Después de un largo tiempo de dolor e inactividad, me entregué al voluntariado como presidenta de la Clínica Nocturna de Mujeres de Washington, que brindaba atención médica asequible a las mujeres trabajadoras. Huyendo de mis fantasmas, me involucré en cuerpo y alma en la recaudación de fondos para la apertura de un hogar para mujeres, el Good Health Home, cuya apertura se hizo realidad en 1920.

Nada más comenzar el año de 1922 me conmocionó la muerte de Bly, fallecida el 27 de enero a causa de una neumonía en el Hospital St. Mark de Nueva York, con 57 años. A mis 60, decidí embarcarme en un nuevo periplo de siete meses que me llevó de nuevo a China y a Japón, consciente de que pronto mis achaques me impedirían enfrentarme a las inclemencias de un viaje a larga distancia. 

En 1924, vendí mi casa en Washington y me mudé a Greenway Rise, una propiedad de 25 acres al oeste de Charlottesville. El deterioro de la finca me insufló nuevas energías y, a mis 63 años, sentí que mi cuerpo se llenaba de vida y de nuevas ilusiones. No sólo me sumergí en la renovación de mi nuevo hogar, sino que participé en varias conferencias en la Universidad de Virginia y acepté algunas invitaciones para hablar en clase sobre asuntos relacionados con los viajes y la escritura. Pronto el impulso de escribir revivió y volví a sentarme frente a un papel en blanco. 

En 1927 publiqué “The Truth about Men and Other Matters” (La verdad sobre los hombres y otros asuntos), una colección de ensayos en los que examinaba la relación entre ambos sexos. La enfermedad me sorprendió a finales de 1928, casi al mismo tiempo que finalizaba “Three Wise Men of the East” (Tres hombres sensatos del Este). Mi salud se deterioró rápidamente y fallecí poco después, el 6 de enero de 1929, víctima de una neumonía. “Three Wise Men of the East” se publicó póstumamente en 1930.

Mi cuerpo reposa hoy junto al de mi amado esposo Charles en el cementerio Woodlawn, en el Bronx, el mismo camposanto en el que Bly había sido sepultada siete años antes. 

Elizabeth Bisland, findagrave.com, restaurada con restorephotos.io

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