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Nellie Bly (1864-1922)

Soy Nellie Bly y, aunque muchos han olvidado mi nombre, Elizabeth Jane Cochran, fui la pionera del periodismo de investigación y del periodismo encubierto.


Nací el 5 de mayo de 1864 en Pensilvania, en Cochran's Mills, un pequeño pueblo que lleva el nombre de mi padre, el juez Michael Cochran. Mi familia estaba bien situada. Sin embargo, Mi padre murió cuando yo tenía 6 años, lo que nos sumió en muchas dificultades económicas. Mi madre se volvió a casar; ella cuidaba de la casa y de sus hijos e hijastros; pero pronto comenzamos a sufrir los abusos de mi padrastro. Mi madre se divorció al fin en 1880 y nos mudamos a Pittsburgh, donde empezamos a acoger huéspedes para poder pagar las cuentas. Por supuesto, yo tuve que abandonar mis estudios y mi ambición de ser maestra para empezar a buscar trabajo.

Entonces, un día de 1885, todo cambió. En el "Pittsburgh Dispatch" leí un artículo titulado "Para qué sirven las chicas", en el que su autor criticaba nuestras intenciones de obtener una educación, forjar una carrera o alejarnos del hogar. Volqué la rabia que la misoginia de aquel texto me generó en una carta que envié al editor del periódico, la cual firmé con el seudónimo de 'Niña Huérfana Solitaria'. Para mi sorpresa, el editor publicó la carta y un anuncio pidiendo que la autora se identificase. Cuando le desvelé mi identidad, el hombre me invitó a visitarlo en su despacho y me sugirió que escribiera una respuesta completa al artículo machista. Redacté 'El rompecabezas de la chica', en defensa del divorcio, que supuso mi billete a un trabajo a tiempo completo como reportera. Mi editor también me sugirió el sobrenombre de Nellie Bly, en honor de la protagonista de una canción de Stephen Foster, el cual mantuve toda mi carrera. 

fotografía de Nellie Bly (fuente: wikipedia)

Para el "Pittsburgh Dispatch" escribí algunos artículos de investigación destapando las injusticias a las que las mujeres trabajadoras eran sometidas en las fábricas. Cuando los patrones protestaron, en el periódico intentaron relegarme a la sección para mujeres; ya sabéis: jardinería, recetas y ese tipo de cosas. Yo me marché a México como corresponsal, que vivía momentos convulsos bajo la dictadura de Porfirio Díaz; pasé allí 6 meses, hasta que las autoridades amenazaron con arrestarme. Temí por mi vida y volví a casa. Entonces mi editor me propuso redactar artículos de teatro y arte, otra sección típica de las mujeres periodistas. Incapaz de soportar el sexismo al que pretendían someterme, en 1887 presenté mi dimisión y me mudé a Nueva York.

En Nueva York, ya sin sin blanca, conseguí un puesto en el ‘The New York World’, donde me propusieron escribir un artículo sobre el el asilo psiquiátrico para mujeres en Blackwell's Island. Para ello, conseguí que me internaran el centro como paciente, compartiendo con las demás mujeres las terribles condiciones a las que las sometían. Aunque suene aterrador, en los pocos días que pasé en el sanatorio no interpreté a ningún personaje y me conduje como lo habría hecho en mi vida habitual; sin embargo, cuanto más sensata me mostraba, más locura me achacaban los médicos. El lugar era frío, insalubre y estaba infectado por las ratas; sufríamos los abusos y el trato vejatorio de nuestros cuidadores; a la hora del baño, compartíamos las tinas y hasta el agua y las toallas; nos obligaban a permanecer sentadas en una silla desde las seis de la mañana a las ocho de la tarde; nuestro sustento estaba compuesto por alimentos en mal estado y agua sucia que consumíamos bajo la amenaza de palizas... No me cabe duda de que podías entrar en aquel lugar perfectamente cuerda y salir loca de remate. 

Ilustración para el libro "Diez días en el manicomio"

Al final, cuando quise abandonar aquel infierno, nadie creyó que era una periodista encubierta; de hecho, no me permitieron abandonar el lugar hasta que el redactor del periódico intercedió por mí. 
El resultado fue mi reportaje "Diez días en un manicomio". "Experimenté cosas que nunca olvidaré... -escribí- Cuando me liberaron, dejé el centro con placer y alivio culpables por poder volver a disfrutar del aire puro... por no poder llevarme conmigo a alguna de aquellas desafortunadas que, estoy convencida, estaban tan cuerdas como yo". El artículo obligó a las autoridades sanitarias a tomar medidas importantes en los hospitales de salud mental y propició una investigación oficial y la creación de una partida presupuestaria para la mejora de la asistencia de los pacientes con enfermedades mentales.

Desde ese momento, el periodismo encubierto se convirtió en mi seña de identidad y mi arma para dar una visión feminista del mundo, permitiéndome acceder a proyectos periodísticos hasta aquel momento reservados para hombres. 

En 1888 propuse a los jefes la idea de cubrir un viaje alrededor del mundo haciendo por primera vez realidad la ficción descrita por Julio Verne en su libro ‘La vuelta al mundo en ochenta días’. Los tipos se opusieron alegando que una mujer no podía viajar sola y que, de hacerlo, necesitaría demasiado equipaje. "Muy bien -les dije-. Envíen a un hombre. Yo competiré con él, lo venceré y venderé la historia a otro periódico". Cambiaron de opinión enseguida. 

Imagen de Nellie Bly (Fuente: britannica.com)

Intuyendo el filón, el "Cosmopolitan" se apresuró a enviar a su propia reportera, Elizabeth Bisland, que viajaría en sentido contrario. La competencia avivó el interés público por nuestra aventura, de pronto convertida en una carrera real. Sin embargo, yo no descubriría que estaba en medio de una carrera hasta bien iniciado mi viaje. 

Inicié mi viaje el 14 de noviembre de 1889 en Nueva York; llevaba el vestido que vestía, un abrigo resistente y una pieza de equipaje de 41 por 18 centímetros con ropa interior, artículos de tocador, materiales para escribir, un termo, una taza, aguja e hilo y algo de ropa; la mayor parte del dinero lo llevaba en una bolsa atada al cuello. Pasé por Southampton, Londres, Calais, París; hice una parada en Amiens, donde conocí a Julio Verne que, incrédulo, espetó: 'Señorita, si es usted capaz de hacerlo en 79 días, yo la felicitaré públicamente'. Fui a Brindisi, crucé el Mediterráneo, paré en Port Said y crucé Canal de Suez, el Mar Rojo y el Mar de Arabia. Me detuve en Adén (Yemen), crucé el océano y paré en Colombo (Ceilán). Pasé por Malasia, Singapur y Hong Kong, donde descubrí que estaba compitiendo contra Bisland, que había pasado por allí varios días antes. Partí a Yokohama, donde embarqué hacia San Francisco. En San Francisco tomé un tren hasta Nueva York. Llegué a mi punto de destino a las 3:51 p.m. del 25 de enero de 1890, a los 72 días, 6 hora y 11 minutos de mi partida. Cuando llegué a Nueva York, Bisland todavía navegaba por el Atlántico, pues hubo de tomar un navío mucho más lento del que había previsto a causa de una tempestad.

Establecí un nuevo récord mundial que prevaleció sólo unos pocos meses (George Francis Train rompió esta nueva marca al completar dicho viaje en 62 días). Sin embargo, yo había circunnavegado el globo casi todo el tiempo sola, sin compañía ni protección de un hombre, lo que convirtió en la inspiración de muchas mujeres.

Recepción de Nellie Bly tras su vuelta al mundo (fuente: culturamas.es)

La fama que obtuve con mi viaje alrededor del mundo me permitió un puesto más relajado y lucrativo escribiendo novelas en serie para el semanario "New York Family Story Paper". Entre 1889 y 1895 escribí once novelas.

En 5 de abril de 1895 me casé con Robert Seaman y me retiré del periodismo. Yo era una joven de 31 años y él un millonario de 73, así que pronto me colgaron el sambenito de cazafortunas. Robert ya no estaba bien de salud, así que lo sucedí como directora de la Iron Clad Manufacturing Co., que fabricaba recipientes de acero como latas de leche y calderas. El 6 de febrero de 1904 mi marido fue atropellado por una carreta cuando cruzaba la calle; falleció el 11 de marzo, a causa de una enfermedad cardíaca provocada por sus heridas. Entonces asumí también la propiedad del negocio. Introduje infinidad de cambios para mejorar la existencia de los trabajadores de la compañía: modifiqué lo horarios, implementé reformas sanitarias y salarios más justos y ofrecí cursos de formación, gimnasios, bibliotecas... Sin embargo, uno de los gerentes estafó a la firma varios cientos de miles de dólares, situación que se vio agravada por un prolongado y costoso litigio de quiebras. Al final, la compañía sucumbió a la deuda dejándome a mí en la ruina.

Fotografía de Nellie Bly (fuente: curioushistorian.com)

De nuevo sin un centavo, regresé al periodismo en el ‘Evening Journal’ de Nueva York. Cubrí los eventos de la convención de 1913 a favor del sufragio femenino. Luego viajé a Europa para reportar los sucesos de la Primera Guerra Mundial; allí trabajé como reportera desde el Frente Este, siendo en una de las primeras mujeres corresponsales de guerra.

Os recomiendo la lectura también de "La vuelta al mundo en 72 días y otros escritos", donde podéis leer mis entrevistas a otras mujeres olvidadas por la Historia y descubrir mi compromiso con los derechos de las mujeres. 

Fallecí de neumonía en en el Hospital St. Mark de Nueva York a los 57 años, el 27 de enero de 1922. Mi cuerpo descansa en el cementerio Woodlawn en el Bronx; curiosamente, comparto lugar de reposo con mi competidora Elizabeth Bisland, que fallecería en 1929 a causa de la misma enfermedad.

Nellie Bly en 1919 (fuente: owlcation.com)

Fuentes:

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