Nací el 11 de noviembre de 1866. Mis padres eran Józefa y Fortunat Gralewski, farmacéutico y miembro de la adinerada burguesía de Cracovia.
Conocí a Jacek en 1886. Yo tenía 20 años. Él tenía 32 y era ya un pintor consagrado que despertaba alto interés entre las mujeres de la alta sociedad. Por eso, cuando Jacek puso sus ojos en mí, yo me enamoré de él como una tonta. Nos comprometimos en noviembre y nos casamos el 29 de octubre de 1866 en la Iglesia de Santa María de Cracovia.
Los primeros años de matrimonio los recuerdo con cariño. Vivíamos en una vivienda que mis padres nos proporcionaron y mi madre a menudo nos halagaba con sus cuidados y sus mimos. Nuestra hija Julia nació en 1888. Rafał nació cuatro años después, en 1892. Fueron años de una animada vida familiar en la que Jacek adoptó el papel de documentalista, retratándonos a menudo en nuestros quehaceres cotidianos.
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Retrato de Maria con su hija Julia (1888) | Jacek Malczewski |
Sin embargo, el tiempo no tardó en abrirnos los ojos a una terrible realidad: eran más las cosas que nos separaban que las que nos unían. Esto se hizo patente cuando nuestra convivencia alimentó las dos variables que abrió entre nosotros un abismo: la pintura y la inestabilidad financiera.
Jacek y yo proveníamos de universos diferentes. Yo había crecido en una familia burguesa; Jacek pertenecía a una familia noble venida a menos. La insaciable necesidad de Jacek por alimentar su universo interior acabó chocando frontalmente con mi visión pragmática de la vida. Era como si mi marido pretendiese que mi razón de vivir fuese también su propio arte, el cual no era para mí más que un simple empleo. Yo era más de extraer el jugo a la vida, de disfrutar de la hospitalidad de las soleadas playas, de bailar en los salones...
Alrededor de 1900 Jacek conoció a Maria Balowa, en la que halló la admiración que yo nunca pude expresar por su trabajo. Al final, aunque le sacaba 25 años de edad, Jacek la convirtió en su musa y en su amante. A partir de ese momento Jacek reservó toda la luz de sus lienzos para ella, junto a la que se se retrató hasta la saciedad. A mí, sin embargo, ya sólo me retrató como a una figura distante con gesto cada vez más sombrío y severo.
El romance de Jacek con la Balowa se alargó más de una década y nos distanció aún más. Y no lo digo de una forma figurada. Jacek se borró de nuestra vida familiar, dejó sobre mis hombros todo el peso de la crianza de nuestros hijos y convirtió nuestra vida privada en el cuchicheo de la alta sociedad.
Atendiendo a mis palabras, Julia, que entonces contaba con 23 años, se casó en 1911 con Feliks Meyzner, un un rico terrateniente que, aunque era bastante mayor que ella, esperaba que le ofreciese una existencia más sosegada y próspera. A pesar de ello Julia nunca halló la felicidad, lo mismo que Rafał, que siempre sufrió las consecuencias del distanciamiento de su padre.
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Jacek con Julia y Rafał (1908) | Fuente: culture.pl. |
En 1913 la Balowa puso fin a su romance con Jacek que, destrozado por la separación, quiso al fin retornar con su familia y reavivar nuestro matrimonio, algo que, por supuesto, no entraba en mis planes. Entonces empezó a frecuentar Charzewice, donde residían sus hermanas Bronisława y Helena y también nuestra hija. Julia era sin duda la niña de los ojos de Jacek; no en vano, su espíritu sensible y melancólico era la digna herencia de su padre, quien de repente parecía querer recompensar su infelicidad con su presencia y sus retratos. Creo que por eso Jacek retrató incansablemente a sus hijos; porque pensaba que sus retratos eran la mejor muestra de amor que podía ofrecerles.
Jacek, que en los últimos tiempos había perdido su salud e incluso su vista, murió el 8 de octubre de 1929. Julia le siguió nueve años más tarde, un 19 de mayo de 1938, cuando contaba sólo 49 años de edad. Yo partí siete años después, a la edad de 78 años, el 24 de enero de 1945; fallecí en Charzewice, en la propiedad de mi yerno y mi difunta hija.
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Retrato de Maria Gralewska (1920) | Jacek Malczewski |
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